El síndrome de Anna Karenina

La recién y sorprendente versión cinematográfica de la novela de León Tolstói, Anna Karenina, se convierte en una buena excusa para mirar con ojos de hoy lo que conocemos como pasión amorosa. Más allá de la experiencia del enamoramiento existe una dimensión enajenante por su intensidad y descontrol que suele caracterizarse por una exaltación de todos los sentidos, una necesidad de fusión afectiva y un estado de dependencia de esos corazones apasionados. Viven en un sinvivir porque nada tiene sentido, nada existe y nada puede soportarse si no permanecen juntos. Están “pillados” el uno con el otro. Más que una alegría es un sufrimiento por ausencia o por suponer un trágico abandono. Como Romeo y Julieta, la vida no vale si no pueden amarse.

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