El hombre con dos corazones

Cada segundo, Carlos sentía un pequeño golpe en su barriga. Era el latido de su "segundo corazón". La pequeña bomba mecánica estaba destinada a aliviar la carga de sus músculos cardíacos que estaban fallando, pero a Carlos (no es su nombre real) no le gustaba la sensación. 

El ritmo de la máquina parecía reemplazar a su pulso, una sensación que deformaba su imagen corporal: cuando el dispositivo palpitaba por encima de su ombligo, Carlos tenía la extraña sensación de que su pecho caía en el abdomen. Era una sensación extraña, inquietante. Pero cuando el neurocientífico Agustín Ibáñez conoció a Carlos, sospechó que iba a sentir efectos incluso más extraños.

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