La tiranía del “me sabe mal”
Y de repente asoma a nuestro discurso una especie de lamento que dice: “Lo siento, me sabe mal”. Es difícil afirmar que todo el mundo lo haya dicho al menos una vez, porque los humanos podríamos dividirnos entre aquellos a los que les cuesta horrores aceptar sus faltas y los que se precipitan en atribuirse todas las culpas, es decir, que casi todo les sabe mal. La empatía, por exceso o por defecto, pierde su condición virtuosa para devenir en una limitación. Exploremos ese “me sabe mal” más allá de su uso protocolario, aquel que resuelve de un plumazo una situación que no tiene solución, o no da más de sí.
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