Personas envidiosas: El homenaje de la mediocridad al talento
Había una vez un hombre al que le dieron un huerto para que pudiera alimentarse. Sin embargo, pasaban los días y el hombre no lo cultivaba. Pasaron semanas y no se preocupó por labrarlo ni abonarlo. Al cabo de algunos meses, las malas hierbas habían cubierto casi todo el campo. Cuando se aproximó el invierno y llegó el tiempo de la cosecha, el hombre no recogió nada. Desesperado y enfadado, miró al Cielo preguntando: - ¿Qué mal he hecho, ¡oh Dios!, para que me trates así? ¿Qué mal he hecho para me mandes esta desgracia? ¡Mira los campos de mi vecino cuán fértiles son y mira el mío cuán mustio y seco! (Leer más en: Rincon de la psicología).
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