De la frustración a la ilusión


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Todos lo hemos vivido de niños. Cuando nuestros deseos no se veían satisfechos, la frustración tomaba la forma de una rabieta que arruinaba la paz de los mayores. Ese dolor por aquello que no podíamos conseguir, y que los adultos etiquetaban como capricho, tiene raíces muy profundas en el ser humano. De hecho, la frustración está presente en todas las etapas de la vida, y nuestro éxito como personas dependerá de nuestra gestión de este sentimiento tan humano. Un maestro de zen resumía esta cuestión a una fórmula sencilla: la felicidad es la realidad en la que vivimos menos lo que deseamos o esperamos conseguir. (Leer más en: El País).


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