En defensa de ser mediocre

En un mundo obsesionado con el éxito, que ha hecho del sueño americano una fantasía universal y que vincula el trabajo y la productividad con la propia identidad (somos personas-empresa), una oda a la (relativa) mediocridad parece complicada. No sólo hemos de ser los mejores en el trabajo, sino también los más apuestos, los más felices, los que tienen mejor cara y los que tienen más seguidores. Vivimos en la cultura del más es más y sobre todo, mejor. El problema del mensaje "si quieres, puedes", es que deja de lado los privilegios y la meritocracia y se convierte por ende en una posible ruta hacia el fracaso y la decepción. (Leer más en: Elle).
 

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