Las personas que se engañan a sí mismas engañan mejor a los demás
En la naturaleza, el engaño está por todas partes. Algunos peces sol macho han desarrollado la capacidad de crecer solo hasta el tamaño de las hembras para poder acercarse a sus huevos sin que ellas u otros machos se percaten y fecundarlos. Las pieles de otros animales, que les permiten confundirse con su entorno, también han evolucionado para engañar a los enemigos. Resulta más llamativo que muchas veces las víctimas del engaño es el mismo individuo que lo ejecuta. Numerosos estudios han mostrado que los seres humanos tenemos dificultades para evaluar nuestras propias capacidades y, desde hace tiempo, los investigadores tratan de comprender qué ventajas puede ofrecer este rasgo aparentemente negativo para haber sobrevivido a la presión selectiva de la evolución.
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