Imagínate que acudes a una presentación sobre temas relacionados con las relaciones personales. Estás en un grupo compuesto por 10 personas y, a los pocos minutos de empezar, el director del grupo pide a los asistentes que uno a uno se pongan de pie y se presenten. Intentas escuchar a tus compañeros, pero según se va acercando tu turno, notas como late más fuerte tu corazón, te cuesta tragar saliva y empiezan a sudarte las manos. Cuando te toca hablar, dices algo breve con voz temblorosa y vuelves a sentarse rápidamente con la sensación de no saber exactamente lo que has dicho. Hoy ha habido suerte, no has dejado la sala inmediatamente ¿Te suena?. (Leer más en:
El Mundo).
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