¿Por qué nos gusta tanto aparentar?

A los niños les gusta soñar con ser el héroe de la película. Evadirse en sus fantasías es también su mecanismo de defensa para sobrellevar los momentos difíciles. Más adelante descubrirán que sus sueños viven en algún lugar de su mente, lejos de una realidad que tiene sus propias normas. Cuando somos adultos, soñar un rato con los ojos abiertos es una válvula de escape y puede tener incluso efectos antidepresivos. Pasado ese tiempo, volvemos al "yo soy yo y mis circunstancias" de Ortega y Gasset, algunos para luchar por sus sueños y otros para olvidarlos en el desván del inconsciente. (Leer  más en: El Mundo).

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