¿Por qué jugamos a la lotería?

Todos hemos soñado alguna vez con que nos tocaba la lotería. Nos imaginamos repletos de riquezas, con una casa enorme y un cochazo aparcado en la puerta. Sin embargo, si ponemos los pies en la tierra, las probabilidades de ganar un premio grande en la lotería son muy escasas.

Entonces, ¿por qué seguimos jugando? La mayoría de nosotros está convencido de que antes o después le tocará, y aquellas ocasiones en las que ganamos premios menores como el reintegro o tenemos unos pocos aciertos creemos que nos estamos acercando al premio gordo. Esto es un ejemplo más de la denominada correlación ilusoria, en la que establecemos relaciones entre variables sin que exista ningún fundamento para ello. Es lo que sucede cuando creemos que por elegir cierto número favorito tenemos más probabilidades de ganar.

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Ganar la lotería no saca de pobres, sólo pospone la bancarrota

El dinero que 'llueve' del cielo se evapora con más facilidad que el ganado con el sudor de la frente. Los premios de la lotería, como los cheques que regalan los gobiernos en tiempos de crisis, suelen ser fundidos tarde o temprano sin arreglar las economías domésticas, según recogen varios estudios publicados en EEUU. El informe titulado '¿Un boleto para alegrar la calle? Las consecuencias financieras de ganar la lotería', elaborado por las universidades de Kentucky, Pittsburgh y Vanderbilt, demuestra que aquellos que ganan grandes premios se pueden arruinar igual que los agraciados con boletos menores, aunque tardan un par de años más en caer en la bancarrota.

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